No todo el mundo es capaz de decir no. Consideramos que frustrar las expectativas de los demás crea una
imagen egoísta de nosotros. Nos cuesta sostener la
capacidad de decepcionar. Si no somos capaces de aceptar la decepción,
difícilmente lograremos un alto grado de libertad personal. Nos cuesta decir que no porque tenemos en cuenta a los demás. Si no fuera así, nos importaria bien poco distinguir un sí de un no.
Pero resulta que los demás nos importan más de lo que decimos que nos importan. Siempre jugamos a favor de ellos por miedo a que se enfaden y puede que esto tenga consecuencias negativas en muchos aspectos.
Esto se debe a que ellos siempre quieren llevar el protagonismo y son muy egoistas, pero debemos pensar en nosotros ya que no debemos hacer una cosa si nosotros no queremos y nos puede perjudicar por hacerle el bien a los demás.
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